DEVORAR EL TRUENO - DeT

Artistas participantes: Elisa Balmaceda, Celeste Rojas Mugica y Faktor.
Curaduría: Merlina Rañi.
Diseño de elementos expositivos y señalética: Faktor.

Realizada en el beta virtual twin del Salar de Hombre Muerto
Diseño del territorio: Cristian Espinoza
Asesoramiento en desarrollo: Daniel Moreno

Esta exposición se propuso como un primer ejercicio de la plataforma, que se enfocó en las estrategias posibles para representar la dimensión de ese vasto lugar en un ámbito de simulación—el metaverso—. Resultó en un recorrido a través de tres instalaciones que abordaron temas como el terror que enmarca a la construcción de identidad nacional, la extrañeza de los códigos culturales descontextualizados o la proyección de futuras ruinas.

Devorar el trueno es una exposición virtual con obras de Faktor, Elisa Balmaceda y Celeste Rojas Mugica y curaduría de Merlina Rañi, emplazada en el virtual twin del Salar del Hombre Muerto en el marco del meta-proyecto Lithium Republic XYZ.

La muestra resultó un primer ejercicio —en el beta de Lithium Republic XYZ— alrededor de la pregunta por la representación virtual de lo que existe como realidad actual y fáctica en un lugar específico, así como el desplazamiento que ese ejercicio de representación produce en el discurso y la práctica artística. Con su obra, cada artista introdujo un elemento a un espacio de simulación para poder representar algún aspecto del lugar en la complejidad de sus capas temporales y de su contingencia en la agenda política; dentro del problema de la transición energética, la ecología y la globalización. Con la intención de cubrir la dimensión de un salar, en base a operaciones mediadas, cada caso se desplegó hacia una coordenada abstracta: al raz del suelo (X), verticalmente hacia el cielo (Y), y en función del volúmen (Z). En su dinámica conjunta las obras relevaron temas como la inquietud

contemporánea por las ruinas futuras, la necesidad de entender el tiempo desde la escala humana y la riqueza de un ecosistema que, al contrario de lo que se dice, no es un desierto. Entre las tres perspectivas se formó una idea específica de extensidad —es decir, de como traducir la sensación de espacio a una idea de espacio— y de ancestralidad, ya que todas las obras de una u otra manera reflejan el lugar también en su temporalidad e inscripción histórica.

El ejercicio curatorial también se vió enfrentado a estos desafíos, respecto a representar la fisicalidad, o proporcionar accesibilidad entre los límites técnicos, las posibilidades narrativas y la experiencia de usuario. Para llevar a cabo un guión curatorial, se desarrolló un relato en la lógica de una narrativa emergente, que propone un orden desjerarquizado y se activa mediante la experiencia. El relato se centró en el personaje misterioso del hombre muerto, para ir relevando temas propuestos desde las obras presentadas, así como información sobre el lugar.

X

Devorar el Trueno y decir poesía

El pulso nervioso del salar

 

Sobre Ejercicios de Aridez de Celeste Rojas Mugica.

 

Entre 2017 y 2021 Celeste Rojas Mugica trabajó en una investigación sobre un geoglifo encontrado en el Desierto de Atacama. El geoglifo que estudia Celeste es moderno y consiste en la figura de un cuchillo corvo de 2 kilómetros de largo, de autoría desconocida, que a cada lado indica un numero: 73 a la izquierda y 78 a la derecha. El dibujo es enorme, impreciso y está plagado de señales que apuntan a hitos de la última dictadura militar en Chile, y a un periodo particular entre su inicio y la operación “retiro de televisores”. Sin embargo también carga con el simbolismo del arma como emblema del poder nacional sobre sus fronteras y sobre sus países vecinos. Este arma se tornó un ícono patriótico al ser empleada durante la Guerra del Pacífico y tiene la particularidad no solo de herir, sino de destrozar a sus victimas. Lo cual supone la destreza de un carnicero y un efecto implacable. A la vez que sienta las bases nacionales en el terror.

Después de una investigación en territorio junto a un geológo, Celeste realizó una serie de ejercicios sobre la fuerza simbólica de este misterioso monumento, que arrojó resultados de muchísima profundidad y de una poética devastadora. Entre sus diversos registros del lugar, de la historia, del dibujo, surgió una pregunta central sobre la relación intrínseca entre el concepto de mapa físico y el de mapa político, que se desarrolló en una publicación escrita por su

hermano, el escritor y poeta Martín Cinzano. En el cruce entre el registro y los escritos aparece este ejercicio que vemos desplegado como trípico en una sala negra: una poesía encriptada en código morse, transmitida mediante una linterna en la distancia nocturna de esa extensión enorme, entre los puntos del territorio investigado.   

Dispuesta en otro lugar, la obra se posiciona en el territorio ensayado como una señal lejana, un pulso nervioso que pone en evidencia la conexión entre los salares como un ecosistema que no entiende de limites políticos, sino que responde con las mismas condiciones. El poema en código morse demanda cierta preparación para ser interpretado y, a la vista de cualquiera que no sea capaz de decodificarlo, encierra un mensaje furtivo pero claro: guerra y secreto. Cómo menciona el poema al ser descifrado, la aridez golpea en el lenguaje, y la eficiencia de este código, así como del ejercicio, representan un esfuerzo por decir algo muy seco.

Ejercicios de Aridez constituye un cuerpo de obra que conecta periodos de la historia y los problemas de un territorio de forma sagaz. Desde la condición de esa región de Atacama como ex territorio boliviano, a su rol dentro de la dictadura militar y la relación de la violencia con la construcción de una identidad nacional recalcada en la institución moderna y en la escolar.

A su vez, remarca la antigua práctica del geoglifo como forma de significar en la aridez, que denota la perdurabilidad imborrable de su registro, y la interferencia de su lenguaje codificado.

Celeste Rojas Mugica (Chile, 1987) es artista visual, fotógrafa y cineasta. Actualmente cursa el Máster en Creación Cinematográfica de la Elías Querejeta Zine Eskola – EQZE (País Vasco). En su obra investiga sobre la relación entre memoria, violencia e imaginarios sobre el territorio. Trabaja con  las imágenes y los archivos como medios y materia de experimentación  en torno a sus usos sociales y su potencia política, situando su práctica en los bordes entre la ficción y el documento. /

Recientemente ha exhibido su obra en BIENALSUR (Argentina; Chile), Ars Electronica (Austria), Les Rencontres d’ Arles (Francia), la Bienal de Imagen en Movimiento (Argentina), el Festival Internacional de Cine de San Sebastián (España) y UNSEEN (Países Bajos), entre otros. 

Vive y trabaja entre Buenos Aires, Santiago y Donostia-San Sebastián. https://celesterojasmugica.com

Y

Devorar el Trueno y percibir el ritual

Una mirada que realmente ve

 

Sobre Observatorio de un futuro -pasado (cíclico).

 

Observatorio de un futuro-pasado (cíclico) pone en relieve la condición inherente del tiempo en la observación del espacio, así como de su superposición en el concepto de presente. En una caseta eléctrica abandonada, que se encuentra en desuso o en el último tramo de su vida útil, se planta un espejo de agua astronómico. La estructura representa algo transitorio, mientras que el espejo es una eficiente y muy antigua técnica andina para estudiar el mapa estelar.

 

La astronomía es un estudio estructurante de la cultura andina, que empleado de modo ancestral organizó todos los ámbitos de la vida en sus variadas culturas, desde la disposición de las poblaciones y centros ceremoniales, hasta el calendario, las cosechas, las distintas producciones como telares, cerámicas o el trabajo en metales. El movimiento del cosmos es una fuente de significado. En los espejos podían estudiarse desde fenómenos singulares como los eclipses o las manchas del sol, hasta las constelaciones y el movimiento de los planetas. Prácticamente toda la producción simbólica andina está anclada a este estudio.

 

La instalación de Elisa Balmaceda dispone ciertos elementos que rápidamente evocan un relato: la proyección inminente de una civilización que abandona el combustible fósil, la caseta eléctrica como símbolo de una época bajo el signo del progreso y la diversificación de un futuro desconocido, que seguramente estará alimentado por el pasado. Sin embargo, en el centro de este lugar en transición (y de su incógnita), se ubica un observatorio que no implica mucha más tecnología que un espejo de agua y la percepción receptiva y estudiosa como estrategia. 

 

Elisa introduce un espejo que está cargado de simbolismo en un territorio ensayado, a través del cual es posible estudiar la naturaleza cósmica, o ver más allá de la representación: salir del mundo para entender a través de un espejo inverso dónde está parado uno. La perspectiva astronómica representa la máxima amplitud con la que podemos ver algo, pero no se trata solo de vislumbrar, lo que opera es una mirada que realmente ve; la percepción de un espacio-tiempo único implica su entendimiento y la necesidad de organizarlo para relacionarse con él ontológicamente.

 

He aquí que lo que se percibe es, en último término, el ritual como una metodología que nos permite apropiarnos del tiempo y del conocimiento.

Elisa Balmaceda (Chile, 1985) Artista y docente transdisciplinaria. Siguiendo una investigación experimental sobre ecologías y energías invisibles, alineaciones y geometrías cósmico-planetarias, tecnologías de la visión e instrumentación óptica, nociones decoloniales de espacio-tiempo y fenomenología andina, su práctica se centra en relacionar, deconstruir y reimaginar los vínculos materiales y espirituales que entretejen la biosfera y la tecnósfera más allá de lo humano en un cuerpo/planeta degradado. Estudió una maestría en arte y tecnología en la Academy of Media Arts Cologne (Alemania, 2016), y una licenciatura en artes visuales de la Universidad Católica (Chile, 2007), además de 

 

estudios no formales de cine expandido, arqueoastronomía, botánica y semiología andina. Ha exhibido su trabajo en galerías y museos en Chile, Alemania, Estados Unidos, España, Bélgica, Argentina, Colombia, México, Serbia, entre otros. Actualmente trabaja como docente en el LAB de Arte & Ecología en la Universidad de Concepción (Chile), y es también co-creadora de la plataforma visionaryecologies.xyz, un proyecto de arte y ciencia en colaboración con el Rachel Carson Center for Environment and Society (Alemania).

www.elisabalmaceda.xyz

Z

Devorar el trueno y descifrar la ficción

Una ilusión para entrar

Sobre Negro será el sol en verano de Faktor.

En la dirección de la profundidad se abre la representación. El volumen de las formas, simuladas o no, pierden su definición ficticia en la medida en que podemos comprometernos como agentes de este ensayo. Pertenecer de forma múltiple a la realidad fue hasta ahora un gesto inconsciente, que toma consistencia en las propuestas de representación virtual. Así, se abre un portal y lo que encontramos no pertenece ni al pasado ni al futuro, sin embargo la distancia de la experiencia desplazada, y todos los mecanismos necesarios para simular la experiencia directa, resultan exóticos.

Así, una serie de formas son introducidas en la extensidad. Si en su conjunto figuran un templo, si generan mecanismo o ceremoniosidad, es definitivamente un misterio; y la única forma de develarlo es intentar una ficción, que será una entre muchas otras posibles. Este ejercicio de imaginación es muy común en disciplinas científicas como la arqueología, la paleontología, o la biología, dónde a menudo es necesaria la especulación para lograr entender un objeto de estudio que se encuentra descontextualizado en temporalidad, cultura o condiciones. La cuestión será qué tipo de sesgos direccionen esa especulación.

 

Interpretar lo que vemos entonces será un esfuerzo por recorrer los rincones más extremos de nuestra imaginación, y como se explica en el caso de La teoría de la bolsa de transporte de la ficción de Ursula K. Le Guin, la historia puede ser sobre héroes o sobre la vida en su más simple acepción poético-pragmática.

 Los elementos se proyectan como fósiles de un momento que no necesariamente incluye a la humanidad, de una temporalidad que solo admite el presente o el vacío, de tecnologías y conocimientos olvidados que son una paradoja para la linealidad del tiempo. Es un sistema que se alimenta del misterio que produce, por tanto máquina de adoración, corte exabrupto con la escala de lo conocido.

Entre monolitos radiantes encontramos algunos objetos; percibirlos o no como tecnología nos obliga a redefinir el concepto para nosotros mismos, así como a crear un relato donde podamos vincular nuestra existencia a la de ese objeto. Como una vasija que cambia la forma en la que se organiza la vida, sea para almacenar alimento, para grabar una historia o para contener agua, y así verse o estudiar las estrellas.

Entre estos planteos y preguntas, la coordenada Z pone en cuestión el cuerpo como volumen, como contenedor de vida vulnerable a la muerte y como móvil de la historia, perdurable o mutante, presente o extinto.

Facundo Suasnabar a.k.a. Faktor (Argentina, 1988) es artista de nuevos medios, compositor y desarrollador tecnológico. través de diferentes medios como la escultura, la instalacion, la fotografía, el dibujo, indaga  en la exploración de relaciones y tensiones que existen entre lo orgánico , lo inorgánico, la antropología especulativa y la cienca ficcion.

De sus exposiciones individuales se destacan en 2023, “Negro sera el sol en el verano”,  ARtlab, en 2020 “Todo mientras sucede parece eterno” en 

CNBA. Entre las exhibiciones y ciclos colectivos en los que participó se destacan: Salón Nacional de Artes visuales en CCK (2022), Riesgo país en newton gallery NYC (2022), Vivero en Acefala galeria (2022), No existe tierra más allá en CHELA (2021), 16° Concurso Nacional UADE (2021), Ciclo Ruido en CCK (2021). Es miembro fundador del colectivo de arte sonoro AUTOBUZZ y curador de la net label Strlac records.

Texto curatorial - situado

Devorar el trueno es en un ensayo coordinado sobre El Salar del Hombre Muerto. Moverse en esta simulación es aproximar la distancia, entender un espesor representado, atravesar la extensión en duración y la intensidad en ritmo.

Tres elementos fueron introducidos en el lugar, y es posible encontrarlos en las direcciones que plantea el diagrama central (xyz): un espejo astronómico de agua, observatorio de la naturaleza cósmica; un poema codificado que contiene información sobre otro lugar; un portal a una temporalidad inversa, que encripta sus claves de acceso en la ficción. En este lugar no existe el tiempo, tan solo la sal, y el sol está más cerca;  las medidas del misterio son incalculables, pero es necesario aproximar. 

La distancia es del lugar con el cosmos, con los otros salares, con el pasado remoto, con el futuro inminente. Hay una distancia con el presente, se llama latencia y determina el ritmo. La distancia entre un pulso y el otro, entre las formas, con el sol y otros astros. Todo lo que se puede hacer antes de llegar al final, parece infinito, pero es solo una distancia. Y para saber cuán grande es o cuánto dura, hay que ir desde el centro de uno mismo hasta el término de la representación.

Diagrama

sobre Devorar el Trueno

Se presenta un diagrama para graficar el concepto de la exposición Devorar el Trueno XYZ, que dispone a la figura del triángulo representada en desplazamiento, lo que indica el carácter deslocalizado, transitivo y representativo de la virtualidad que lo sostiene. 

 

Esta última cuestión es pertinente a la gimnasia que implica trasladar o aplicar una práctica en este territorio ensayado. En él, cada uno de los participantes realiza algún ejercicio de representación, por simbolizar lo que no es posible capturar ni abrazar completamente, sino tan solo evocar. Y en ese obrar se crea algo que podríamos llamar extensidad, un concepto que existe dentro de la medicina y que se vincula a la sensación del espacio y del cuerpo, una espaciosidad relativa a la experiencia subjetiva, o incluso a algo más profundo aún, a la forma en que el sistema nervioso puede traducir el espacio a una idea. La cuestión principal es que en este lugar dónde se posicionan las obras no existe el espacio, la espaciosidad se mide en la intensidad de la experiencia; a su vez, el tiempo es fundamental porque la experiencia produce duración, y por su vínculo íntimo con el elemento central del triángulo: la sal.

 

Acá el tiempo es igual a la sal, dura lo que dure la sal, la sal conserva y si no hay, deja de conservar y se agota el tiempo. Desde ese eje el triángulo se va desplazando, no está quieto ni va más rápido que el ojo, dejando una mínima estela espectral. La estela representa el movimiento del objeto en observación y, a su vez, la multiplicidad de temas y capas que propone el lugar. El ejercicio curatorial se desborda por la diversidad y riqueza de los

discursos del lugar, por lo tanto está enfocado en los cruces que aparecen y en como las obras se insertan en esas coyunturas.

Las puntas del triángulo nos indican coordenadas, el símbolo de la espaciosidad virtual XYZ, y en cada una de estas coordenadas se ubican los ejercicios que hace cada artista al introducir una obra en la extensidad, englobados por la dirección de su representación y las dinámicas entre los ángulos. En cada polígono encontramos el elemento que introduce la obra, su acción y su modo.

 

Así en X encontramos el trabajo de Celeste Rojas Mugica, cuya mirada apunta al raz del suelo, a la enorme extensión del territorio y a sus particularidades como tierra. El elemento que introduce su obra es el código, la acción es el decir y el modo es la poesía. Mientras que en la Y se ubica una instalación de Elisa Balmaceda, que direcciona su observación verticalmente hacia el cosmos. Para esto introduce un espejo como elemento, mientras que su acción es la de percibir y su modo es el ritual. Finalmente en la Z encontraremos la obra de Faktor que en su ejercicio genera volúmen, es decir que se enfoca en la profundidad. Por lo tanto introduce la forma, su acción es descifrar y su modo, la ficción.

 

Entre los vértices encontramos una relación vibratoria dada en la capa cultural ancestral del lugar, representada con tres palabras en kunza, el idioma de los lickanantai: Kcoi (voz) entre el cuerpo (Z) y el cosmos (Y), Lúlama (trueno) entre el cosmos (Y) y el planeta (X) y Caúr (montaña) entre el planeta (X) y el cuerpo (Z).

El relato del hombre muerto

Escrito y voz: Merlina Rañi

Grabación y postproducción: Tomás Guida.

 

Disponible en la experiencia Devorar el Trueno o en Soundcloud.

 

En el marco de la exposición se desarrolló y grabó un relato que funciona como hilo conductor de la muestra.

Cerca del margen del Salar del Hombre Muerto, localizado en la puna catamarqueña, se encuentran dos tumbas. Una de ellas pertenece a un desconocido que murió en las cercanías y fue enterrado por la comunidad de habitantes de la región del salar bajo el nombre de Hombre Muerto. Nombre con el que más tarde, Luciano R. Catalano rebautizó el salar, dotándolo de un presagio denso. El relato ficciona la posible historia de este personaje enigmático, sentenciado por una suerte algo usual entre aquellos que no conocen los peligros de la aridez. La ficción se sostiene en crónicas de periodistas e investigadores sobre las características, la cultura y la historia del lugar, ofreciendo un pequeño recorrido.

 

 

Para obtener la publicación de Devorar el Trueno: