LA VOZ DEL HOMBRE MUERTO

 

  1. Los ojos salados (4:22)
  2. Una mirada que realmente ve (2:54)
  3. El pulso nervioso del salar (2:06)
  4. Una ilusión para entrar (5:52)

Texto, realización y voz: Merlina Rañi
Copia virtual del salar: Cristian Espinoza
Grabación: Tomás Guida
2024

Estos cuatro video ensayos recorren la investigación detrás del ejercicio curatorial, la construcción del territorio simulado y las obras presentadas en el marco de la exposición virtual Devorar el Trueno.

Están basados en La voz del Hombre Muerto, un relato que parte de un personaje imaginado sobre la persona que yace en una de las dos tumbas aledañas al salar: un hombre desconocido que tras haber sido hallado sin vida, fue enterrado en ese lugar en tiempos remotos. El relato de su fantasma funciona como una narrativa emergente que se despliega a medida que se recorre la copia virtual de este salar.

Los video ensayos son lapsos dentro de ese guión emergente de la experiencia, inscriptos dentro de una deriva visual.

Devorar el trueno es una exposición virtual con obras de Faktor, Elisa Balmaceda y Celeste Rojas Mugica, con la curaduría de Merlina Rañi, emplazada en la copia virtual del Salar del Hombre Muerto en el marco del meta-proyecto Lithium Republic XYZ.

La exposición propone dos caminos para abordar el territorio virtual: el recorrido o la deriva, que se desarrollan al traspasar alguna de las dos tumbas que aparecen como representación alegórica de los hitos memoriales que se encuentran en el sitio real, dedicados al antiguo cacique de la comunidad y a un hombre desconocido que fue hallado en las cercanías. Cuenta la historia que Bernardo, ancestro del actual cacique, encontró los restos de un hombre en tierras de pastoreo y decidió que debían enterrarse al lado del humedal salado; a su vez quiso también ser enterrado en ese lugar al morir. Cuando el geólogo Luciano R. Catalano visitó el salar durante los años 20 y detectó la presencia de litio, entre otros minerales, rebautizó el lugar para nombrarlo en su perspectiva científico-productiva, en honor a la tumba del Hombre Muerto, como está inscripto en el sepulcro. 

A partir de este suceso la tumba y su ocupante se volvieron protagonistas del lugar, y este nombre dotó de cierta trascendentalidad el espacio, así como de un presagio algo lúgubre.

El personaje —que únicamente puede ser ficticio, dado que no existe referencia a su persona real— acabó por ser un articulador entre la esencia de ese espacio y los planes del progreso que se cernían sobre él. Es por eso que a la hora de representar virtualmente el lugar como una experiencia, como un recorrido, como una deriva, su voz se imponía como la ficción capaz de proyectarse en la vastedad, en la real e incluso en la simulada.

Así, cuando se instalaron las obras en el espacio virtual, había algo que decir desde su punto de vista. Un hombre sin nombre no es capaz de definir su identidad ni su época, se vuelve un observador abstracto, lo cual es a su vez imposible, entonces se vuelve un observador múltiple. Su voz es un mar de voces sobre el lugar y su historia, que se mezclan en una reverberación vibrante.

A medida que se avanza en el recorrido, se activan partes de su historia, algo que hay para contar acerca de esa coordenada simulada, acerca de aquello que las obras instaladas señalan. Los videos retratan parte de este relato que en la experiencia se despliega como una narrativa emergente.